Los animales son individuos con sus propios intereses y estos están lejos de servirnos como recursos.
El problema con los diferentes y múltiples usos que hacemos de los animales, no es el trato que les damos, es la idea que tenemos de que podemos poseerlos para nuestros placeres y caprichos. Románticamente, se dice que la relación entre un jinete o amazona con el caballo es mutua, pero la realidad objetiva es que el caballo es sometido a lo que la persona humana exija. También se dice que es natural, pero el proceso de doma del individuo demuestra un proceso forzado donde la naturalidad es inexistente.
La domesticación de los animales no humanos, ha sido una herramienta importante y clave del forje del antropocentrismo, que es lo que nos ha llevado a cosificar a los no humanos, por lo que hoy en día la mayor parte de estos animales que ocupan el planeta, dependen de nosotros. ¿Es esto un hecho que nos haga merecedores de someterlos a su explotación y uso? Desde luego que no, todo lo contrario. Deberíamos empezar a responsabilizarnos éticamente de las consecuencias del antropocentrismo.
Los caballos, al igual que otros muchos animales no humanos, han sido domesticados con el fin de servir al ser humano, esto es un hecho, pero lo que no lo es, es que estos hayan sido imprescindibles, ya que no hay pruebas científicas de que si el ser humano se hubiera negado a cosificar y usar a los animales, no hubiera podido desarrollarse como lo ha hecho, gran mito en el que aún se cree por conveniencia.
Debemos mirar de frente a nuestros prejuicios hacia los demás animales y empezar a disolverlos, la mejor forma de empezar, es reconociendo que los animales son individuos con sus propios intereses y que estos están lejos de servirnos como recursos.